Ad Majorem Dei Gloriam (latín), significa “Para la mayor gloria de Dios”. Es el lema de la Compañía de Jesús.
Las instituciones educativas y pastorales que patrocina la Compañía de Jesús se conocen como apostolados porque su objetivo es promover la actividad de propagación de la fe que fluye de los primeros apóstoles.
Relativo a difundir el mensaje del Evangelio.
Como prepósito general de la Compañía de Jesús* por casi 20 años, fue la figura central en la renovación de la Compañía después del Concilio Vaticano II*, prestando atención en el espíritu de Ignacio*, el fundador, y en los signos de nuestros tiempos. Oriundo del País Vasco al norte de España, abandonó la escuela de medicina para unirse a los jesuitas*, fue expulsado de España en 1932 junto con los demás jesuitas, estudió teología en Holanda, y continuó su formación en espiritualidad y psicología en los Estados Unidos. Arrupe pasó 20 años en Japón (donde, entre otras muchas cosas, atendió a víctimas de la bomba atómica en Hiroshima) hasta su elección en 1965 como prepósito general. Está considerado como el fundador de la Compañía de Jesús moderna posterior al Concilio Vaticano II.
Las provincias están agrupadas en “asistencias” que corresponden a naciones o regiones. Las provincias norteamericanas, por ejemplo, forman una única “asistencia”. Su brazo administrativo es la Conferencia Jesuita de Canadá y los Estados Unidos, que se encuentra en Washington, D.C. La conferencia apoya a los provinciales y coordina las relaciones entre las distintas entidades jesuitas.
Fue convocado en 1962 por el papa Juan XXIII para “poner al día” a la Iglesia Católica. Este Concilio Ecuménico XXI (es decir, mundial) marcó el crecimiento de la Iglesia Católica de ser una iglesia de confinamiento cultural (en gran parte europeo) a una iglesia mundial genuina. El Concilio le pone su sello de aprobación a la obra de los teólogos del siglo XX que antes se habían considerado peligrosos o equivocados. De este modo, el movimiento bíblico, la renovación litúrgica y el nuevo movimiento laico* se incorporaron a la doctrina y práctica católica oficial. Estas son varias nuevas perspectivas significativas derivadas del Concilio: la celebración de la liturgia (culto) en varias lenguas vernáculas en vez de latín, para facilitar la comprensión y la participación laica; ver a la Iglesia como “el pueblo de Dios” en lugar de solo el clero, y ver otros organismos cristianos (protestantes, ortodoxos) como pertenecientes a él; reconocer que las religiones no cristianas contienen verdad; honrar la libertad de conciencia como un derecho humano básico; y finalmente, incluir en su misión llegar a las personas en todas sus esperanzas, necesidades y sufrimientos como parte esencial de predicar el Evangelio. Hoy día, hay una seria división entre los católicos en cuanto a la cuestión del Vaticano II. Algunos (los “conservadores”) consideran que ha fallado por haber renunciado a cosas esenciales de la tradición, y otros (los “liberales”) creen que ha sido demasiado poco y se ha llevado a cabo en una forma demasiado imperfecta.