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Acerca de nosotros

Spanish Glossary

Todo | A C D E F H I J K L M N O P R S T V
Actualmente hay 61 nombres en este directorio
A.M.D.G.
Ad Majorem Dei Gloriam (latín), significa “Para la mayor gloria de Dios”. Es el lema de la Compañía de Jesús.

Apostolado
Las instituciones educativas y pastorales que patrocina la Compañía de Jesús se conocen como apostolados porque su objetivo es promover la actividad de propagación de la fe que fluye de los primeros apóstoles.

Apostólico
Relativo a difundir el mensaje del Evangelio.

Arrupe, Pedro (1907-1991)
Como prepósito general de la Compañía de Jesús* por casi 20 años, fue la figura central en la renovación de la Compañía después del Concilio Vaticano II*, prestando atención en el espíritu de Ignacio*, el fundador, y en los signos de nuestros tiempos. Oriundo del País Vasco al norte de España, abandonó la escuela de medicina para unirse a los jesuitas*, fue expulsado de España en 1932 junto con los demás jesuitas, estudió teología en Holanda, y continuó su formación en espiritualidad y psicología en los Estados Unidos. Arrupe pasó 20 años en Japón (donde, entre otras muchas cosas, atendió a víctimas de la bomba atómica en Hiroshima) hasta su elección en 1965 como prepósito general. Está considerado como el fundador de la Compañía de Jesús moderna posterior al Concilio Vaticano II.

Asistencia
Las provincias están agrupadas en “asistencias” que corresponden a naciones o regiones. Las provincias norteamericanas, por ejemplo, forman una única “asistencia”. Su brazo administrativo es la Conferencia Jesuita de Canadá y los Estados Unidos, que se encuentra en Washington, D.C. La conferencia apoya a los provinciales y coordina las relaciones entre las distintas entidades jesuitas.

Concilio Vaticano II (“Vaticano II”, para abreviar)
Fue convocado en 1962 por el papa Juan XXIII para “poner al día” a la Iglesia Católica. Este Concilio Ecuménico XXI (es decir, mundial) marcó el crecimiento de la Iglesia Católica de ser una iglesia de confinamiento cultural (en gran parte europeo) a una iglesia mundial genuina. El Concilio le pone su sello de aprobación a la obra de los teólogos del siglo XX que antes se habían considerado peligrosos o equivocados. De este modo, el movimiento bíblico, la renovación litúrgica y el nuevo movimiento laico* se incorporaron a la doctrina y práctica católica oficial. Estas son varias nuevas perspectivas significativas derivadas del Concilio: la celebración de la liturgia (culto) en varias lenguas vernáculas en vez de latín, para facilitar la comprensión y la participación laica; ver a la Iglesia como “el pueblo de Dios” en lugar de solo el clero, y ver otros organismos cristianos (protestantes, ortodoxos) como pertenecientes a él; reconocer que las religiones no cristianas contienen verdad; honrar la libertad de conciencia como un derecho humano básico; y finalmente, incluir en su misión llegar a las personas en todas sus esperanzas, necesidades y sufrimientos como parte esencial de predicar el Evangelio. Hoy día, hay una seria división entre los católicos en cuanto a la cuestión del Vaticano II. Algunos (los “conservadores”) consideran que ha fallado por haber renunciado a cosas esenciales de la tradición, y otros (los “liberales”) creen que ha sido demasiado poco y se ha llevado a cabo en una forma demasiado imperfecta.

Congregación General
Los líderes jesuitas de todo el mundo se reúnen cada cierto tiempo para llevar a cabo lo que se llaman Congregaciones Generales, con frecuencia para elegir un nuevo Superior General y abordar asuntos importantes a los que se enfrenta la orden, la Iglesia y el mundo. Solo 36 congregaciones generales han tenido lugar a lo largo de la historia de los jesuitas, y son la autoridad gobernante superior de la Compañía de Jesús. La más reciente, la Congregación General 36, se llevó a cabo en 2016.

Contemplativos en la acción
Una frase que plasma la tensión creativa entre la adopción plena de acción concreta de los Jesuitas y  su atención a dónde podría llamarlos Dios a continuación. En su libro The Active Life (La vida activa), Parker Palmer escribe: “La contemplación y la acción están integradas en la raíz, y su raíz es nuestro deseo incesante de vivir plenamente”.

Conversión
Definida por el catecismo de la iglesia católica como “una reorientación radical de toda la vida  alejada del pecado y el mal, y hacia Dios “. Bernard Lonergan, SJ, escribe: “No es la sustitución de una nueva imagen de uno mismo, no importa cuán honesta, por una vieja. Ahonda en las raíces de los afectos, imágenes, sueños y decisiones de una persona…

Cura personalis (latín), entendido como el cuidado integral de la persona
Este valor fundamental de la Compañía de Jesús comprende tres conceptos, según Brian McDermott, SJ: Tratar a las personas como individuos y reconocer su valor único; interesarse por la persona “en su totalidad” (incluida la salud física, emocional, intelectual y espiritual); y tomando en consideración el origen de las personas, tal como su vida familiar, nacionalidad y cultura.

Dios
Se le han dado varios títulos o nombres al Misterio subyacente a todo lo que existe (por ejemplo: el Divino, el Ser Supremo, el Absoluto, el Trascendente, el Santísimo); pero todos estos nombres son solo “punteros” que señalan una Realidad más allá de los nombres humanos y más allá de nuestra limitada comprensión humana. Aun así, algunos conceptos son menos inadecuados que otros dentro de una determinada tradición fundada en la revelación. De este modo, los judíos reverencian a Yahvé (un nombre tan sagrado que no se pronuncia), y los musulmanes adoran a Alá (el [único] Dios).

Los cristianos conciben a este Dios único como una “Trinidad”, como que tienen  tres “formas de ser”: (1) El Creador y compañero de alianza (de la tradición hebrea) o “Padre” (el “Abba” de la experiencia de Jesús), (2) el “Hijo” encarnado (hecho hombre) en Jesús, y (3) presente en todas partes del mundo a través del “Espíritu”. Ignacio de Loyola* tenía un fuerte sentido trinitario de Dios, pero le gustaba especialmente la expresión “la Divina Majestad”, haciendo hincapié en la grandeza de la naturaleza divina de Dios; y Karl Rahner, jesuita teólogo del siglo XX, podía hablar de “el incomprensible Misterio del amor y auto entrega.”

La reticencia de algunos de nuestros contemporáneos a usar la palabra Dios se puede entender como una posible corrección a la tendencia de algunos creyentes de hablar de Dios demasiado a la ligera, como si entendieran plenamente a Dios y su modo de actuar.

Discernimiento
Un proceso de descubrir la dirección y guía de Dios en la realidad concreta de nuestra vida diaria… El discernimiento es una “ponderación” o “reflexión” piadosa de las opciones frente a usted. Su objetivo es comprenderlas en su corazón: verlas, por así decirlo, como si Dios las podría ver. En cierto sentido, no hay límite en cuanto al tiempo que pueda querer continuar con esto. Sin embargo, a medida que continúa el proceso, algunas opciones por sí solas se quedarán por el camino, mientras que otras adquirirán mayor claridad y precisión. Es un proceso que debe avanzar inexorablemente hacia una decisión. (Hermano Charles J. Jackson, SJ).

Educación, Jesuita
Ignacio de Loyola* y sus primeros compañeros, quienes fundaron la Compañía de Jesús* en 1540, no tenían originalmente la intención de establecer escuelas. Pero no tardaron en abrir universidades para la educación de la multitud de hombres jóvenes que acudían para ingresar en su orden religiosa*. Y en 1547, a Ignacio le pidieron que abriera una escuela para hombres jóvenes laicos. Al momento de su muerte en 1556, ya existían 35 colegios de este tipo (que hoy día comprenden la escuela secundaria y el primer año o dos de universidad). Para la fecha en que se cerró la orden (1773), el número había ascendido a más de 800, todos ellos parte de un sistema de educación humanística integrada que era internacional,  unidos en una empresa común, procedentes de distintas culturas diferentes y con distintos  idiomas. Estos Jesuitas* eran distinguidos matemáticos, astrónomos y físicos; lingüistas y dramaturgos; pintores y arquitectos; filósofos y teólogos; incluso lo que hoy día se conocerían como antropólogos culturales. Estos acontecimientos no son sorprendentes; todos los fundadores de las órdenes eran graduados de la Universidad de París, y la espiritualidad* de Ignacio les enseñó a los Jesuitas a encontrar a Dios “en todas las cosas”. Sin embargo, después de que la orden fue restaurada en 1814, las escuelas y académicos de Europa jamás recuperaron el prestigio que habían tenido. Además, se habían dedicado en gran medida a resistir el pensamiento moderno y la cultura que caracterizó la vida intelectual católica a lo largo del siglo XIX y más allá. En otras partes del mundo, especialmente en los Estados Unidos, el siglo XIX vio un renacimiento de la educación jesuita. Veintiuno de los 28 colegios y universidades jesuitas actuales de los Estados Unidos se fundaron durante ese siglo. Esos colegios atendieron las necesidades de personas inmigrantes, permitiéndoles progresar y mantener y practicar su fe católica en un ambiente protestante frecuentemente hostil. Después de la 2da Guerra Mundial, la educación superior jesuita en los Estados Unidos (al igual que la educación superior en general) experimentó un enorme crecimiento y democratización de la Ley del Soldado (G.I. Bill). Este crecimiento supuso un cambio considerable de un personal académico principalmente jesuita a uno compuesto cada vez más por hombres laicos (y más recientemente, por mujeres). Además, el Concilio Vaticano II* (1962-1965) provocó un estallido de energía en la iglesia católica y la orden jesuita por participar en el mundo moderno, incluyendo su vida intelectual. Por último, las escuelas jesuitas en los años 70 y 80 pasaron a profesionalizarse a través de la contratación de personal académico con formación altamente especializada y títulos finales de las mejores escuelas de posgrado. Estos cambios radicales en los últimos 50 años han llevado a las escuelas jesuitas de los EE.UU. hasta la presente situación en la que se enfrentan a preguntas cruciales. ¿Se fusionarán las llamadas instituciones jesuitas de enseñanza superior con las academias estadounidenses tradicionales, perdiendo por lo tanto su carácter distintivo y razón para existir, o tendrán la creatividad para volverse más distintivas? Mientras adoptan lo mejor de la educación y cultura estadounidense, ¿seguirán ofreciendo una alternativa en el espíritu de su herencia jesuita? ¿Fomentarán la integración del conocimiento, o reinará la especialización y continuará la fragmentación del conocimiento? ¿Relacionarán la enseñanza con el Trascendente, con Dios, o se permitirá que la experiencia espiritual* desaparezca de toda consideración excepto en departamentos de teología aislados? Mientras desarrollan la mente, sin duda, ¿también desarrollarán una imaginación mundial transcultural y un corazón compasivo para reconocer y trabajar por el bien común, especialmente para mejorar a los más pobres y los que no tienen voz [ver “Hombres y mujeres para los demás* y “El servicio de la fe y la promoción de la justicia*], o serán los valores dominantes presentes en ellos el interés propio y el “balance final”?

Ejercicios Espirituales
El término se refiere tanto al programa de oración y reflexión que desarrolló San Ignacio de Loyola como al libro, que tiene información para ayudar a la persona que está dirigiendo a alguien que está haciendo el retiro. La forma completa de los Ejercicios Espirituales dura aproximadamente 30 días, pero hay muchas variaciones de duración.

El Servicio de la fe y la promoción de la justicia
En 1975, jesuitas de todo el mundo se reunieron en una asamblea solemne para evaluar su estado presente y para esbozar planes para el futuro. Siguiendo la dirección de una asamblea (sínodo) internacional reciente de obispos católicos, llegaron a la conclusión de que la característica distintiva de todo ministerio que se merezca el nombre de jesuita sería su “servicio de la fe”, del cual la “promoción de la justicia” es un requisito absoluto. En otras palabras, la educación jesuita debe destacarse por el modo en que ayuda a los estudiantes – y por ende, al cuerpo docente, el personal y los administradores – a avanzar, en libertad, hacia una fe madura e intelectualmente adulta. Esto incluye habilitarlos para que desarrollen una sensibilidad disciplinada hacia el sufrimiento de nuestro mundo y la voluntad de actuar para transformar las estructuras sociales injustas que causan ese sufrimiento. El enorme reto, al que ninguno de nosotros puede equipararse, no obstante recae en todos nosotros, no solo en los miembros de los departamentos de teología y filosofía, el ministerio del recinto y el desarrollo espiritual.

Encontrar a Dios en todas las cosas
La espiritualidad* ignaciana* se resume en esta frase. Invita a una persona a encontrar a Dios en cada circunstancia de la vida, no solo en situaciones o actividades explícitamente religiosas como oraciones en la iglesia (por ejemplo, la misa) o en privado. Implica que Dios está presente en todas partes y, aunque es invisible, se puede “encontrar” en cualquiera y en todas las criaturas que Dios ha creado. Revelan al menos un poco sobre cómo es su Creador, a menudo produciendo asombro en quienes son capaces de mirar con los “ojos de la fe”. Después de un largo día de trabajo, Ignacio* solía abrir las ventanas francesas de su cuarto, salir al  balcón, mirar las estrellas, y se transportaba fuera de sí mismo a la grandeza de Dios. ¿Cómo desarrolla uno esta habilidad de encontrar a Dios en todas las cosas? Howard Gray traza el siguiente paradigma a partir de lo que escribió Ignacio* acerca del desarrollo espiritual en las Constituciones de la Compañía de Jesús*: (1) Practicar poner atención a lo que realmente está ahí. “Deje que esa persona o ese poema o esa injusticia social o ese experimento científico sea (para usted) tan genuino en sí mismo como sea posible”. (2) Luego,  trate con reverencia lo que ve y escucha y siente; aprecie su singularidad. “Antes de juzgar o asesorar o responder, dese tiempo para apreciar y aceptar lo que hay ahí en la otra persona”. (3) Si aprende a estar atento y reverente, “entonces encontrará devoción, la forma singular en la que Dios obra en esa situación, revelando la bondad y fragilidad, la belleza y la verdad, el dolor y la angustia, la sabiduría y la ingenuidad”.

Escolástico
Un jesuita en formación que ha tomado los Primeros Votos (ver término arriba) y ha declarado su intención de procurar su ordenación como sacerdote.

Escolásticos jesuitas
A un joven jesuita que pretende ser ordenado como sacerdote se le llama “escolástico” hasta que pronuncia sus Votos finales. ¿Por qué? Porque gran parte de su formación conlleva estudios.

Espiritual / Espiritualidad
Lo espiritual a menudo se define como aquello que “no es material”, pero esta definición encuentra problemas cuando se aplica a los seres humanos, que tradicionalmente se consideran “cuerpo-espíritu”, corporales y espirituales. Sin embargo, en algunas filosofías y psicologías modernas, la dimensión espiritual de lo humano se niega o se ignora. Y muchos aspectos de nuestra cultura estadounidense contemporánea (por ejemplo, el sentido apresurado del tiempo y la necesidad de producir, producir) hacen difícil que se ponga atención a esta dimensión. Fundamentalmente, la dimensión espiritual de los seres humanos se puede reconocer en la orientación de nuestra mente y nuestro corazón hacia algo incluso más allá de lo que ya hemos alcanzado (la mente humana nunca satisfecha y el corazón humano nunca satisfecho). Nos sentimos atraídos inevitablemente hacia el “Absoluto” o la “Plenitud de Ser” [ver “Dios”]. Consecuentemente, hay profundidades de nuestro ser que apenas podemos empezar a comprender. Si cada ser humano tiene esta dimensión y hambre espiritual, entonces incluso en una cultura como la nuestra, todo el mundo tendrá, al menos a veces, cierta conciencia de esto, incluso si esa conciencia no es explicita y no se expresa con palabras. Sin embargo, cuando las personas hablan de “espiritualidad”, normalmente no se refieren a la espiritualidad que los seres humanos tienen por naturaleza, sino más bien a un conjunto de actitudes y prácticas (ejercicios espirituales*) diseñados para fomentar una mayor conciencia de esta dimensión espiritual, y (en el caso de aquéllos que afirman que creen en Dios) una búsqueda más explícita de su objeto: la Divinidad o Dios. La espiritualidad ignaciana* con sus Ejercicios Espirituales* es uno de esos caminos entre muchos en el Cristianismo, sin hablar de las espiritualidades en otras tradiciones religiosas, o aquéllas más o menos fuera de la tradición religiosa. (“La vida espiritual de las personas [hoy día] no ha muerto; simplemente tiene lugar fuera de la iglesia” (Congregación General 34 de la Compañía de Jesús, “Nuestra misión y cultura”)].)

Evangelio (literalmente “buena nueva”)
La buena nueva o buenas noticias sobre Jesús*. En plural: Los primeros cuatro textos de las escrituras cristianas (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) que cuentan la historia de Jesús*, cada uno con su propio énfasis teológico particular, y así  estimular una respuesta de fe y esperanza en Él.

Formación
Toda la educación, formal e informal, y las experiencias que atraviesa un hombre para prepararse para desempeñarse como un jesuita se conoce como su “formación”.

Hermanos
Los jesuitas pueden elegir ser sacerdotes o hermanos. Ambos grupos de hombres toman los mismos votos y viven y rezan en una comunidad religiosa. Los sacerdotes son ordenados y administran los sacramentos y celebran misa. Aunque los hermanos no sienten el llamado a la vida del sacerdocio, participan plenamente en la obra de la Compañía de Jesús, cuya misión es “el servicio de la fe y la promoción de la justicia”.

Hermanos jesuitas
Un hermano jesuita es un hombre que consagra su vida para ayudar a la misión.

Hombres y mujeres para los demás
En un discurso que hoy es famoso, pronunciado ante los exalumnos de las escuelas jesuitas en Europa (31 de julio de 1973), Pedro Arrupe* trazó un perfil de lo que debería ser un graduado. Admitió que las escuelas jesuitas* no siempre han alcanzado sus objetivos aquí, y pidió una reeducación para la justicia: Hoy día nuestro objetivo educativo principal debe ser formar hombres y mujeres para los demás… personas que ni siquiera pueden concebir el amor de Dios que no incluya el amor por el menos valorado de sus prójimos; personas convencidas de que el amor a Dios que no incluya la justicia para los seres humanos es una farsa… Todos quisiéramos ser buenos con los demás, y la mayoría de nosotros seríamos relativamente buenos en un mundo bueno. Lo que es difícil es ser bueno en un mundo malo, donde el egoísmo de los demás y el egoísmo integrado en las instituciones de la sociedad nos ataca… El mal solo se vence con el bien, el egoísmo con la generosidad. De ese modo es que debemos sembrar justicia en nuestro mundo, sustituyendo el amor por el interés propio como fuerza motriz de la sociedad. Con arreglo a lo dicho por Arrupe, el siguiente superior general jesuita, Peter-Hans Kolvenbach* desafió a los 900 delegados jesuitas* y laicos* de las 28 universidades reunidos en la “Asamblea 89” a enseñar a nuestros estudiantes a no tomar “ninguna decisión significativa sin pensar primero en la forma en que impactaría a los menos valorados la sociedad” (es decir, los pobres los marginales que no tienen voz). Y once años más tarde, hablando de la “fe que hace justicia” en una reunión nacional similar en la Universidad de Santa Clara celebrada el 6 de octubre del 2000, Kolvenbach fue incluso más directo y elocuente al exponer los objetivos para la universidad jesuita americana del siglo XXI: Aquí en Silicon Valley, florecen algunas de las principales universidades de investigación del mundo junto con las frágiles escuelas públicas donde hay un abandono escolar masivo de estudiantes afroamericanos e inmigrantes. A nivel nacional, uno de cada seis niños está condenado a la ignorancia y la pobreza… Gracias a la ciencia y la tecnología, la sociedad humana puede resolver problemas como alimentar al hambriento, albergar al desamparado, o desarrollar condiciones de vida más justas, pero fracasa persistentemente en lograrlo. ========== La medida real de las universidades jesuitas [por lo tanto] radica en lo que se conviertan nuestros estudiantes.

La “persona íntegra” del mañana no puede estar completa sin una solidaridad bien formada. Por lo tanto, ¡debemos elevar nuestro nivel educativo jesuita para “educar a la persona íntegra en la solidaridad hacia el mundo real!”. La solidaridad se aprende a través del “contacto” más que a través de conceptos. Cuando la experiencia directa toca el corazón, la mente se puede sentir retada a cambiar. Nuestras universidades presumen de tener una variedad espléndida de programas de servicios, de difusión, de inserción, de contactos fuera del recinto, y cursos prácticos. Pero ningún punto de vista es neutral o está libre de valores. Una pregunta legítima, incluso si no parece académica, que se deben hacer todos los profesores sería: “Al investigar y enseñar, ¿dónde y con quién está mi corazón?”. Para garantizar que las preocupaciones reales de que los pobres encuentren su sitio, el personal docente necesita que haya una colaboración orgánica con las personas que, en la Iglesia y en la sociedad, trabajan entre los pobres y para los pobres, y buscan justicia activamente. Lo que está en juego es un diálogo interdisciplinario sostenido de investigación y reflexión, una puesta en común continua de conocimientos, cuyo fin es asimilar experiencias y percepciones en “una visión del conocimiento que, muy consciente de sus limitaciones, no se satisfaga con los fragmentos, sino que trate de integrarlos en una síntesis sabia y verdadera” del mundo real.  Lamentablemente, muchos profesores no se sienten preparados académica, humana y, me atrevería a decir espiritualmente, para un intercambio semejante. Si el criterio de nuestras universidades consiste en lo que lleguen a ser los estudiantes, y si los profesores son el núcleo de todo esto, ¿qué más queda por decir? Quizás esto sea el tercer tema, el carácter de nuestras universidades: cómo proceden internamente y cómo repercuten en la sociedad; eso es lo más difícil. Como dice la Congregación General 34 [de la Compañía de Jesús], una universidad jesuita debe ser fiel, tanto al sustantivo “universidad” como al adjetivo “jesuita”. Ser una universidad requiere dedicación “a la investigación, la enseñanza y las distintas formas de servicio que corresponden a su misión cultural”. Ser jesuita “requiere que la universidad obre en armonía con las exigencias del servicio de la fe y la promoción de la justicia”.  Una expresión reveladora de la naturaleza de la universidad jesuita se encuentra en las políticas de contratación y permanencia de los profesores. Como universidad, debe respetar las normas académicas, profesionales y laborales establecidas, pero como jesuita, es esencial ir más allá y buscar formas de atraer, contratar y promover a quienes comparten activamente la misión. ========== Toda academia jesuita de educación superior está llamada a vivir en una realidad social y vivir para esa realidad social, a volcar inteligencia universitaria en ella y a usar su influencia universitaria para transformarla. De este modo, las universidades tienen razones sólidas y distintas a las de muchas otras instituciones académicas para abordar el mundo real anquilosado en la injusticia y para ayudar a reformarlo a la luz del Evangelio.

Ignaciano
Adjetivo, del sustantivo Ignacio [de Loyola]. Ahora se utiliza mucho a diferencia de jesuita*, indicando aspectos de espiritualidad que derivan de Ignacio la persona laica* en lugar de Ignacio posteriormente y su orden religiosa*, la Compañía de Jesús*, siendo el primer término más adecuado y adaptable para las personas laicas hoy en día.

Ignacio de Loyola (1491-1556)
Fue el hijo menor de una familia vasca de la nobleza extraordinariamente leal a la corona española (Fernando e Isabel). Lo llamaron Íñigo en honor a un santo local. Fue criado para ser cortesano, y trató valientemente de defender la ciudad fortaleza de Pamplona en 1521, cuando una bala de cañón le destrozó una pierna. Durante su larga convalecencia, se alejó de los romances de caballería que habían llenado su imaginación desde su niñez y se sintió atraído hacia lecturas más espirituales: una vida ilustrada de Cristo y una colección de vidas de santos.

Después de su recuperación, viajó a la Tierra Santa para hacer realidad su sueño de “convertir a los infieles”. En el camino se detuvo en el pueblito de Manresa*, y terminó viviendo allí casi un año, durante el cual experimentó tanto la desesperación más profunda como grandes momentos de iluminación.

Se vio obligado a marcharse de Palestina tras estar allí poco más de un mes, y decidió que necesitaba educarse para poder “ayudar a las almas”. En Barcelona, asistió a la escuela con jóvenes a los que les cuadruplicaba la edad para aprender los rudimentos de la gramática latina, y luego continuó sus estudios en otras ciudades universitarias españolas. En cada una fue encarcelado e interrogado por la Inquisición, porque continuaba hablando a la gente sobre “materias espirituales” sin tener un título en teología ni haber sido ordenado como sacerdote. Finalmente, dejó atrás su tierra natal y se marchó a la universidad más destacada de la época, la Universidad de París, donde comenzó de nuevo su educación con gran diligencia, y cinco años más tarde finalmente obtuvo el título de “Maestría en Arte”.  Fue aquí en París que cambió su nombre vasco por el nombre equivalente en latín, Ignatius, y su equivalente en español, Ignacio.

Durante su tiempo en la Universidad, fue compañero de cuarto y buen amigo de un paisano vasco llamado Francisco Javier* y un saboyano llamado Pedro Fabro*. Después de su graduación, los tres, junto con otros graduados de París, emprendieron un proceso de discernimiento* en común y decidieron unirse en una comunidad apostólica* que se convirtió en la Compañía de Jesús. Ignacio fue unánimemente elegido superior por sus compañeros, y pasó los últimos 16 años de su vida en Roma dirigiendo la joven orden, mientras que los demás viajaron por toda Europa y el Lejano Oriente hasta llegar al Nuevo Mundo. Y dondequiera que iban fundaban escuelas como una manera de ayudar a las personas a “encontrar a Dios en todas las cosas”.

IHS
Las primeras tres letras, en griego, del nombre de Jesús. Estas letras aparecen como símbolo en el sello oficial de la Compañía de Jesús, o los Jesuitas.

Inculturación
Un concepto teológico moderno que expresa un principio de una misión cristiana implícito en la espiritualidad* ignaciana*; concretamente, que el evangelio* debe presentarse a cualquier cultura dada en términos inteligibles a esa cultura y permitir que crezca en el “suelo” de esa cultura. Dios ya está presente y activo ahí (“la acción de Dios antecede la nuestra”—Congregación general 34 de la Compañía de Jesús (1995), “Nuestra misión y cultura”).

En consecuencia, en el siglo I, San Pablo luchó contra la imposición de las prácticas judías en los cristianos no judíos. Y en los siglos XVI y XVII, los jesuitas Matteo Ricci (1552-1610) y Roberto Nobili (1577-1656) lucharon para mantener elementos de la cultura china y la india al presentar una cristiandad deseuropeizada a aquellas personas solo para que la Iglesia condenara su planteamiento en el siglo XVIII. Idealmente, el evangelio* y una cultura interactúan mutuamente, y en el proceso, el evangelio adopta algunos elementos de la cultura a la vez que ofrece una crítica de otros.

Javier, Francisco (1506-1552)
Natural del País Vasco al norte de España, igual que Ignacio, Francisco se hizo amigo íntimo de Ignacio en la Universidad de París, compartió la visión de Ignacio al hacer los Ejercicios Espirituales*, e hizo realidad esa visión a través de obras misioneras en India, el archipiélago de Indonesia y Japón. Fue el primer jesuita* en viajar a pueblos de culturas no europeas.

Jesuita
Sustantivo: Un miembro de la Compañía de Jesús*. El término fue acuñado originalmente como un sarcasmo por personas que sentían que era tremendamente arrogante que un grupo se denominara a sí mismo como la “Compañía de Jesús”, mientras que las órdenes religiosas anteriores se habían contentado con llevar el nombre de su fundador (por ejemplo, “benedictinos”, “franciscanos”, “dominicos”). Posteriormente, el título fue adoptado como un nombre abreviado por los miembros mismos de la Compañía, al igual que por otros que estaban a su favor.

Adjetivo: Relativo a la Compañía de Jesús. El término negativo, ahora que jesuita ha sido rehabilitado, es jesuítico, que significa “astuto” o “taimado”.

Jesuita-Sustantivo
Un miembro de la Compañía de Jesús*. El término fue acuñado originalmente como un sarcasmo por personas que sentían que era tremendamente arrogante que un grupo se denominara a sí mismo como la “Compañía de Jesús”, mientras que las órdenes religiosas anteriores se habían contentado con llevar el nombre de su fundador (por ejemplo, “benedictinos”, “franciscanos”, “dominicos”). Posteriormente, el título fue adoptado como un nombre abreviado por los miembros mismos de la Compañía, al igual que por otros que estaban a su favor. Adjetivo: Relativo a la Compañía de Jesús. El término negativo, ahora que jesuita ha sido rehabilitado, es jesuítico, que significa “astuto” o “taimado”.

Jesús
(También Jesucristo [Jesús el Cristo], que significa Jesús el ungido [por Dios]. La persona histórica de Jesús de Nazaret, a quienes los cristianos reconocen ser, por su vida (lo que enseñó e hizo), muerte y resurrección, la verdadera revelación de Dios y a la vez el ejemplo de lo que significa ser plenamente humano. En otras palabras, para los cristianos, Jesús muestra cómo es Dios y cómo pueden vivir en respuesta a esta revelación: Dios es el dador de vida compasivo que invita y faculta a los seres humanos a que trabajen, en libertad y unos con otros, para vencer las fuerzas del mal: la carencia de sentido, culpa, opresión, sufrimiento y muerte, que menoscaban a las  personas e impiden su crecimiento hacia una vida más plena. En sus Ejercicios Espirituales*, Ignacio hace que cada participante dedique la mayoría del tiempo a “contemplar” (en otras palabras, entrar en forma imaginaria en) la vida, muerte y resurrección de Jesús, de modo que sea cada vez  más un compañero de Jesús. Y cuando Ignacio y sus compañeros de la Universidad de París decidieron establecer una orden religiosa*, él insistió en que se llamara la Compañía de Jesús* [ver “Jesuita” – sustantivo].

Kolvenbach, Peter-Hans (1928-2016)
Holandés de nacimiento, General Superior de la Compañía de Jesús* desde 1983, cuando a los Jesuitas* se les permitió volver a tener su propio gobierno después de un tiempo de “intervención” papal. Ingresó a los jesuitas en 1948, fue a Líbano a mediados de los años 1950, obtuvo un doctorado de la famosa Universidad de St. Joseph en Beirut, y pasó gran parte de su vida allí, primero como profesor de lingüística y luego como superior de la viceprovincia jesuita* del Medio Oriente. Él mismo reconoció ser relativamente “ignorante en materia de justicia e injusticia”, cuando viajó de Beirut a Roma para asistir a la Congregación General 32 y fue testigo del énfasis en la fe y la justicia que surgió de la Congregación bajo el liderazgo de Pedro Arrupe* [ver “El Servicio de la Fe y la Promoción de la Justicia”]. Como Superior General, ha trabajado incansablemente en colaboración con sus asesores para implementar y extender la dirección en la que su predecesor dirigía la Compañía [ver “Hombres y mujeres para los demás” / “Personas íntegras solidarias para el mundo real”.

La Compañía de Jesús
Orden religiosa católica de hombres, fundada en 1540 por Ignacio de Loyola* y un pequeño grupo de sus multinacionales “amigos en el Señor”, compañeros de estudios de la Universidad de París. Consideraban que su misión era estar disponibles para ir a cualquier parte y hacer cualquier cosa para “ayudar a las almas”, especialmente donde la necesidad era mayor (es decir, donde ciertas personas o cierto tipo de trabajo se habían descuidado). Hoy día está compuesta por unos 23.000 sacerdotes y hermanos repartidos por casi todos los países del mundo (“más oficinas regionales”, dijo Pedro Arrupe*, “que Coca-Cola”)—y los números están disminuyendo marcadamente en Europa y Norteamérica, pero van en aumento en India, África, Latinoamérica y el Extremo Oriente. La abreviatura “S.J.” después del nombre de una persona significa que es miembro de la Compañía de Jesús [Societas Iesu, en latín]

Laicado (lego, laico, laica)
Las personas de una fe religiosa a diferencia de su clero.

Los Ejercicios Espirituales
(Ambas E en mayúscula) Una serie organizada de ejercicios espirituales preparados por San Ignacio basados en su propia experiencia espiritual y la de otras personas a las que escuchaba. Ignacio escribió todo esto en el libro de Ejercicios Espirituales como un manual para ayudar al guía que orientaba a una persona que participaba en los “Ejercicios”.

Magis
Magis es la palabra en latín que significa “más”, y expresa el ideal de siempre buscar lo que da más gloria a Dios y sería la mejor elección para tener un mejor impacto en el mundo.

Manresa
Pueblo del noreste de España donde en1522-23 un laico de mediana edad llamado Ignacio de Loyola* tuvo as experiencias espirituales poderosas que lo llevaron a sus famosos “Ejercicios Espirituales” y más tarde guiaron la fundación y la pedagogía de las escuelas jesuitas*.

Noviciado
La comunidad de novicios, con un maestro de novicios como su superior, vive en el noviciado. El término también se refiere al período de dos años que termina cuando un novicio pronuncia sus primeros votos. El retiro de 30 días de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio es un componente esencial de la experiencia del noviciado.

Novicio
Cuando se acepta el ingreso de un hombre a la Compañía de Jesús, pasa dos años como novicio. Un novicio pasa mucho tiempo en oración, al igual que en una variedad de experiencias apostólicas mientras intenta asegurarse de tener la vocación para ser jesuita. La Compañía de Jesús también estudia al novicio para asegurarse de que puede permitirle quie tome los votos de la vida religiosa al final del noviciado.

Nuestro modo de proceder
“Ciertas actitudes, valores y patrones de comportamiento se unen para convertirse en lo que se ha llamado el modo jesuita de proceder. Las características de nuestro modo de proceder se originaron en la vida de San Ignacio y fueron compartidas por sus primeros compañeros”. Jerome Nadal escribe que “la forma de la Compañía radica en la vida de Ignacio (e incluye] un profundo amor personal por Jesucristo”. Mapa de Canadá —Compañía de Jesús, Congregación General 34

Orden
ver “Orden religiosa/Vida religiosa”

Orden religiosa / Vida religiosa
En el Cristianismo Ortodoxo Oriental y el Católico Romano (menos frecuente en el Cristianismo Anglicano/Episcopal), una comunidad de hombres o mujeres unidos por la profesión común, a través de votos “religiosos”, de “castidad” (que significa “virginidad” o “celibato”], pobreza y obediencia. Como modo de tratar de seguir el ejemplo de Jesús, los votos conllevan una renunciación voluntaria a cosas potencialmente buenas: al matrimonio y las relaciones sexuales en el caso de la “virginidad” o “celibato”, a las propiedades y pertenencias personales en el caso de la “pobreza”, y a la voluntad y planes propios en el caso de la “obediencia”.  Esta renunciación se hace “por el bien del reino [de Dios]” (Mateo 19:12) y por el bien de un amor universal más disponible más allá más allá de los lazos familiares, las posesiones personales y la autodeterminación. Como forma concreta de la fe cristiana, pone énfasis en la relatividad de todos los bienes de esta tierra frente al único absoluto, Dios, y una vida vivida definitivamente con Dios más allá de este mundo. Después de la conversión de Constantino al cristianismo (313 d.C.) y el establecimiento de la Cristiandad como la religión estatal, la “vida religiosa” surgió como un movimiento fuera del “mundo” y la mundanalidad de la iglesia. La vida monástica de los monjes y las monjas es una variación de esta tradición. Al comienzo del mundo occidental moderno, surgieron varias nuevas órdenes religiosas (siendo la jesuita* la más grande) que se consideraban a sí mismos, no como si huyeran del mundo, sino como “apóstoles” enviados al mundo en servicio. En siglos más recientes,  se fundaron muchas comunidades de mujeres religiosas con un objetivo similar de servicio apostólico, a menudo con constituciones inspiradas en la jesuita.

Orientación / Dirección espiritual
Con frecuencia se ayuda a las personas a integrar su fe y su vida hablando periódicamente (por ejemplo, mensualmente) con alguien en quien pueda confiar. Esta persona actúa como guía (a veces también llamado amigo, compañero o director espiritual) para el camino, ayudándoles a encontrar la presencia y el llamado de Dios en las personas y circunstancias de la vida cotidiana. Se asume que Dios ya está presente ahí, y que otra persona, un guía, puede ayudarles a advertir la presencia de Dios y también a encontrar las palabras para hablar de esa presencia, ya que no están acostumbrados a hacerlo. A menudo el guía es un oyente especialmente capacitado en discernimiento*, y por lo tanto puede ayudarlos a distinguir las voces distintas en su interior y alrededor de ellos. Mientras que él o ella podría sugerir varios tipos de ejercicios espirituales*/modos de rezar, el enfoque es mucho más amplio que eso; recae en toda la experiencia de vida de una persona como el lugar para encontrar a Dios.

Padre General
Un provincial rinde cuentas directamente al Superior General en Roma, donde se encuentra el gobierno central o “curia” de los jesuitas. El actual  “Padre General”, como se le llama frecuentemente, es Fr. Arturo Sosa, de origen Venezolano, el primer Superior General latinoamericano en la historia de los jesuitas.

Pedagogía, Ignaciana / Jesuita
se refiere al estilo o métodos de enseñanza ignacianos/jesuitas. En una formulación —Reflexiones sobre los principios educativos de los Ejercicios Espirituales, por Robert Newton (Reflections on the Educational Principles of the Spiritual Exercises) [1977], la educación jesuita es instrumental (no un fin en sí misma, sino un medio para el servicio de Dios y los demás); centrada en los estudiantes (adaptada al individuo tanto como sea posible para desarrollar un aprendiz independiente y responsable); caracterizada por ser estructurada (con una organización sistemática de objetivos sucesivos y procedimientos sistemáticos para la evaluación y responsabilidad) y flexible (fomenta la libertad y la respuesta personal, y se prevé la auto dirección, con un maestro como guía experto, no principalmente como un portador de conocimientos preconcebidos); ecléctica (haciendo uso de una variedad de los mejores métodos y técnicas disponibles); y personal (dirigida a la persona íntegra, con el objetivo de apropiación personal, cambio de actitud y de comportamiento). En otra formulación —Pedagogía ignaciana: una aproximación práctica del Centro Internacional  para la educación jesuita (Ignatian Pedagogy: A Practical Approach from the International Center for Jesuit Education) [Roma, 1993], la pedagogía ignaciana es un modelo que busca desarrollar a hombres y mujeres competentes, conscientes y compasivos. Similar al proceso de guiar a los demás en los Ejercicios Espirituales, los profesores acompañan a los estudiantes en su desarrollo intelectual, espiritual y emocional. Hacen esto siguiendo el paradigma pedagógico ignaciano. A través de la consideración del contexto de la vida de los estudiantes, los profesores crean un ambiente donde los estudiantes recuerdan su experiencia pasada y asimilan información de experiencias facilitadas recientemente. Los profesores ayudan a los estudiantes a aprender las destrezas y técnicas de reflexión, lo que forma su conciencia, y luego retan a los estudiantes a pasar a la acción al servicio de los demás. El proceso de evaluación incluye dominio académico y evaluaciones continuas del crecimiento integral del estudiante como personas para los demás. Ambas aproximaciones se desarrollaron en el contexto de la educación secundaria, pero podrían adaptarse para la educación superior. [Ver también “Educación, Jesuita” y “Ratio Studorium”.]

Pedro Fabro (1506-1546)
Versión latina e inglesa de Pierre Favre, un estudiante de la Universidad de París procedente del sur de Francia que fue compañero de cuarto de Ignacio de Loyola* y Francisco Javier, y junto con ellos y varios otros fundó la Compañía de Jesús. Una gran parte de su apostolado estaba en Alemania. Allí elaboró directrices para el diálogo ecuménico con los luteranos, pero lamentablemente apenas se pusieron en práctica. Se le conocía entre sus primeros compañeros como un guía excelente para aquellos que hacían los Ejercicios Espirituales*.

Personas íntegras solidarias para el mundo real
ver “Hombres y mujeres para los demás”

Primeros estudios
Un período de dos a tres años durante el cual los jesuitas en formación para ser sacerdotes estudian en varias universidades mientras que atienden a las necesidades ministeriales de una iglesia local.

Primeros y últimos votos
El noviciado (ver el término continuación) concluye cuando el novicio pronuncia sus Primeros votos—votos perpetuos de pobreza, castidad y obediencia. Después de terminar la tercera probación (ver el término a continuación), el Superior General de la Compañía de Jesús invita a los hombres a pronunciar sus votos finales—votos perpetuos de pobreza, castidad y obediencia, más un cuarto voto de obediencia para ir dondequiera que el papa estime que sea necesario.

Provincia
La estructura jesuita no se diferencia mucho de la de los Estados Unidos. La orden está organizada en áreas geográficas llamadas “provincias”, que son como estados. Hay casi 90 provincias jesuitas en todo el mundo (aunque su número y límites nunca han sido estáticos). Hay seis provincias en los Estados Unidos y Canadá. Cada jesuita pertenece a una provincia, aunque puede ser asignado a cualquier parte del mundo y no permanecerá necesariamente dentro de los límites geográficos de una provincia.

Provincial
Cada provincia tiene un superior simplemente denominado “el provincial”, que normalmente ejerce el cargo durante seis años y es responsable por supervisar la misión de la provincia y atender a los jesuitas que pertenecen a la provincia. El Padre Ronald Mercier, SJ, es el provincial de la provincia del centro y el sur de los Estados Unidos. Su mandato de seis años terminará en 2020.

Ratio Studiorum
(Latín. Significa “Plan de estudios”) —Es un documento cuya forma definitiva se publicó en 1599 después de varios borradores anteriores y consultas exhaustivas entre los jesuitas que trabajan en las escuelas. Era un manual de directivas prácticas para los profesores y administradores, una colección de los métodos educativos más efectivos de la época, probados y adaptados para que se ajusten a la misión de educación jesuita. Como estaba dirigido a los jesuitas, los principios detrás de sus directivas se pueden suponer. Proceden, desde luego, de la visión y el espíritu de Ignacio*. El proceso que llevó al Ratio y que continuó después de su publicación dio lugar al primer sistema real de escuelas que el mundo había conocido. Gran parte de lo que contenía el Ratio de 1599 no sería relevante a las escuelas jesuitas de hoy. Sin embargo, el proceso del cual surgió y prosperó sugiere que apenas hemos empezado a explorar las posibilidades de colaboración e intercambio en la red internacional jesuita. [Ver también “Educación, Jesuita” y “Pedagogía, Ignaciana, Jesuita”.]

Regencia
Un período de dos a tres años durante el cual los Jesuitas en formación (ver el término abajo) se desempeñan en ministerios, y frecuentemente enseñan en escuelas superiores o universidades mientras viven en comunidad.

Religioso
Los sacerdotes, hermanas y hermanos religiosos pertenecen a comunidades como la Compañía de Jesús, típicamente dirigidas por una misión o tradición espiritual particular. Los religiosos, incluidos los jesuitas, toman votos de pobreza, castidad y obediencia; están sujetos a la autoridad de su superior y provincial local. Los jesuitas toman un voto adicional de obediencia al Papa, poniéndose a su disposición para su misión.

Sacerdotes jesuitas
Un sacerdote jesuita que es ordenado para ejercer el ministerio sacramental en la iglesia. Su título es “Padre”.

Sectores
Tradicionalmente, los ministerios apostólicos jesuitas están agrupados en uno de tres sectores: educación superior, secundaria y pre-secundaria, y social-pastora.

Socius
El asistente ejecutivo o “segundo al mando” del provincial en cada centro administrativo de la provincia, comúnmente conocido como la curia

Tercera probación
Después de tres a cinco años de ministerio activo, un jesuita pasa cierto tiempo en un programa de tercera probación que va de nueve semanas durante dos veranos hasta nueve meses para prepararse para sus Votos Finales (ver el término arriba). El terciano, como se le llama, dedica tiempo, con frecuencia con un director espiritual, a buscar una comprensión más profunda de su vida como jesuita.

Visión ignaciana/jesuita, Características de la
Basándose en una variedad de fuentes contemporáneas que tienden a confirmarse unas a otras, se puede elaborar una lista de características comúnmente aceptadas de la visión ignaciana/jesuita:

  • ve la vida y el universo entero como un don que genera asombro y gratitud;

  • le da un amplio alcance a la imaginación y la emoción, así como al intelecto;

  • busca encontrar lo divino en todas las cosas —en todas las personas y culturas, en todos los ámbitos de estudio y aprendizaje, en cada experiencia humana, y (para los cristianos) especialmente en la persona de Jesús*;

  • cultiva la conciencia crítica del mal personal y social, pero apunta al amor de Dios como algo más poderoso que cualquier mal;

  • hace hincapié en la libertad, la necesidad de discernimiento* y la acción responsable;

  • faculta a las personas para que se conviertan en líderes al servicio, “hombres y mujeres para los demás”*, “personas íntegras solidarias”, construyendo un mundo más justo y humano”.


Nadie afirma que ninguna de estas características sea exclusivamente ignaciana o jesuita. Es más bien la combinación de todas ellas y la manera en que se engranan lo que hace que la visión sea distintiva y muy apropiada para una época en transición, ya sea de la medieval a la moderna en los tiempos de Ignacio, o de la moderna a la postmoderna en el nuestro.

Visión o historia judeocristiana, La
Esta es una versión de la visión o historia judeocristiana, contada con cierto énfasis por Ignacio de Loyola*. La gran y misteriosa Realidad de amor personal y auto entrega que muchos llaman Dios es el origen y el destino de toda la creación, del universo entero. Dios está presente y obra en todo, llevándolo a su plenitud. Todas las cosas son originalmente buenas y potencialmente son los medios para que esas criaturas llamadas seres humanos encuentren al Dios que los creó y obra en ellos. Aun así, ninguna de estas cosas es Dios, por lo tanto son radicalmente limitadas.  En efecto, en el caso de los seres humanos (que de alguna manera reflejan la imagen de Dios en forma especial), su libertad relativa se traduce en una nueva dimensión de ser conforme a la cual no solo existe el bien en el mundo, sino también el mal: egoísmo, guerra, dominación racial, sexual, económica y ambiental de algunas personas sobre otras. Por tanto, la historia humana está marcada por la lucha entre las fuerzas del bien o “vida” y el mal o “muerte”. Dios ha elegido libremente ponerse de parte de la humanidad imperfecta, que lucha, participando de manera más definitiva en la vida humana y viviéndola “desde el interior” en la persona histórica de Jesús de Nazaret. El compromiso irrevocable de Dios con la empresa humana cimienta y estimula la respuesta de las personas de trabajar con Dios para construir una comunidad de justicia, amor y paz —el “reino” de Dios que Jesús predicó y vivió. Al igual que para Jesús, para sus seguidores también se requiere discernimiento* —una comprensión muy precisa de uno mismo y su cultura en el Espíritu de Dios— para reconocer en cualquier situación determinada lo que ayuda a la venida del reino de Dios y lo que la obstaculiza. Frente al egoísmo y la maldad humana, en última instancia el camino conlleva el darse a sí mismo, pasando a través del sufrimiento y la muerte para ganar la vida—verdaderamente, la vida eterna. Y a lo largo del camino, porque los seguidores de Jesús actúan con cautela para no idolatrar a ninguna persona o cosa (es decir, hacer un dios de ellas), tienen menos probabilidades de sentirse decepcionados de ellos mismos o de otros o de la historia humana por todo su peso de maldad personal y social. Más bien continúan preocupándose por las personas y la empresa humana, porque su esperanza está puesta en Dios, la suprema Realidad de amor personal y auto entrega.