El jesuita hace votos religiosos que son apostólicos. Se compromete hasta la muerte a los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia. Esto se hace para que pueda estar totalmente unido a Cristo y compartir Su propia libertad para estar al servicio de todo el pueblo de Dios. De esta manera, el jesuita formaliza este compromiso, a través de votos públicos de pobreza, castidad y obediencia.
La vinculación de los jesuitas a estos votos los deja libres:
Además, siguiendo a Ignacio, los jesuitas han pedido a Cristo nuestro Señor que les permita prestar este servicio de un modo que les da una personalidad propia. Han elegido prestarlo en forma de una vida consagrada, poniéndose al servicio no solo de las iglesias locales, sino de la Iglesia universal, mediante un voto especial de obediencia a la persona que presida la Iglesia universal, es decir, el Papa.