Es fácil pensar que el examen -esa oración diaria a la que nos invita San Ignacio- es simplemente un repaso del día. Eso es importante, sí, pero lo crucial del examen es una disposición de gratitud. Reconocemos que todo lo que tenemos -todo lo que hemos vivido este día- es un regalo de Dios. Y nosotros, que somos dones y regalos de la Divinidad, estamos invitados a volver a Dios -al pueblo de Dios, a la creación de Dios- con gratitud.
Esta disposición hacia la gratitud es fundamental para una espiritualidad ecológica. Nos quedamos maravillados y asombrados, llenos de agradecimiento por nuestro Dios, que manifiesta todos los elementos de la creación, desde las moléculas hasta los planetas, desde el chirriar de las ardillas hasta las olas que rompen. Nos quedamos de pie, abrumados por este gran regalo, esta gran belleza, y puede que nos cueste encontrar nuestro lugar en ella. ¿Cómo se nos invita a contribuir, a estar en relación con esta maravillosa creación?
A veces, todo lo que estamos llamados a hacer es estar presentes. Ignacio nos recuerda que la persona humana ha sido creada para alabar, reverenciar y servir a Dios. Y Dios está en todas las cosas; todas las cosas nos dan a conocer algo de Dios. De hecho, probablemente por eso nuestro Papa jesuita recurrió a la sabiduría del fundador franciscano al preparar Laudato Si’.
San Francisco escribe: «Alabado seas, Señor mío, con todas tus criaturas, especialmente con el Señor Hermano Sol, que es el día y por el que nos das luz. Es bello y resplandeciente con gran esplendor; y lleva una semejanza contigo, Altísimo. Alabado seas, mi Señor, por medio de la hermana Luna y las estrellas, en el cielo las formaste claras y preciosas y hermosas. Alabado seas, mi Señor, por el Hermano Viento, y por el aire, nublado y sereno, y todo tipo de clima por el que das sustento a tus criaturas. Alabado seas, mi Señor, por la hermana Agua, que es muy útil, humilde, preciosa y casta. Alabado seas, mi Señor, por el hermano Fuego, por quien iluminas la noche, y es hermoso, juguetón, robusto y fuerte».
El himno nos recuerda que la creación es de Dios, refleja a Dios, está impregnada de la presencia de Dios y, sin embargo, también nos señala más allá, hacia algo grande, hacia un Dios que no podemos comprender y que también está íntimamente cercano y desesperadamente preocupado por nuestra vida cotidiana, y por el bien de nuestro mundo.
Con los miembros de tu casa, comunidad o institución, discute los frutos de tus oraciones y cómo pueden orientarte hacia una acción concreta. Considera estas preguntas de reflexión como guía:
Las espiritualidades ecológicas son practicadas por muchas culturas y religiones en todo el mundo. Mientras buscamos abrazar una espiritualidad ecológica holística dentro de nuestra fe católica, podemos aprender mucho de las espiritualidades indígenas y de otras tradiciones religiosas.
«Cuando salimos a la tierra, nuestra gente ha perfeccionado una forma de interactuar con los demás que es respetuosa con la tierra y con los demás, pero que también satisface algunas necesidades que tenemos», escribe Jeannette Armstrong, miembro del consejo de la Nación Okanagan. «Tenemos un impacto sobre la tierra: Podemos destruirla, o podemos amar la tierra y ella puede amarnos a nosotros».
A continuación, te presentamos algunas formas de incorporar la oración ecológica, la sabiduría indígena y el profundo amor por la creación a tus prácticas de fe.
El Foro Jesuita para la Fe y la Justicia Social en Canadá publicó esta guía de diálogo para promover una relación correcta con las comunidades indígenas. En la tercera sesión se analiza la conexión entre la tierra y la espiritualidad indígena.
Incorpora el Examen Ecológico a tu práctica de oración.
Mandanos un correo y decirnos como tu y tu comunidad ponéis acción. Nosotros publiquemos tu cuento en Twitter, @JesuitJustice.