Servirá como vicario parroquial en la Parroquia de San Francisco Javier en Phoenix.
Licenciado en bioquímica por la Universidad de Dallas; doctor en medicina por la Facultad de Medicina McGovern de la UTHealth Houston; máster en divinidad por la Facultad Jesuita de Teología de la Universidad de Santa Clara; máster en teología por la Facultad Jesuita de Teología de la Universidad de Santa Clara; licenciado en sagrada teología por la Facultad Jesuita de Teología de la Universidad de Santa Clara.
¿Cuál es un hecho interesante sobre usted que no todo el mundo conoce?
He grabado dos discos, uno en directo y otro en el estudio.
¿Qué afición ha cultivado como jesuita y por qué es importante para usted?
Escuchar. La gente tiende a pensar que los buenos oyentes simplemente existen, pero para ser un buen oyente hace falta práctica e intención. ¿Y qué ocurre durante la escucha? Sorprende. Adentrarse en el misterio de otro ser humano, escuchar lo que le conmueve o le impacta por sus profundos deseos de vida, es un don que me sostiene y me recuerda la profunda humanidad/divinidad de nuestro Señor.
¿Cuál fue una experiencia especialmente significativa que vivió durante su formación y por qué fue significativa para usted?
Vivir y escribir sobre los jesuitas jubilados y enfermos del Centro Jesuita del Sagrado Corazón. Después de estas carreras asombrosamente exitosas, realmente no sacan a relucir sus logros. No significa que no hayan pasado por dificultades, pero tienen una inmensa confianza en el Señor. Al final de su vida, son reflexivos, ponen las cosas en orden mientras rezan por la Iglesia y por todo el mundo. ¡Y la risa! No creas a Disney. El Centro Jesuita del Sagrado Corazón es el lugar más feliz de la tierra.
¿Cómo ha cambiado su espiritualidad desde que ingresó en la Compañía?
Antes tenía la falsa creencia de que tenía que hacer algo para ganarme el amor y el afecto de la gente, especialmente de Dios. En un retiro contemplativo ignaciano, el director me dijo: «No hables. No pienses. No reces. Sólo estate con este Dios que quiere estar contigo». Desde entonces, durante 25 minutos cada día, pongo un cronómetro en el que simplemente me siento ante este gran misterio. No tengo que hacer nada más. Sólo estar. Y eso afecta a todos los demás momentos. Soy amado. Y punto.