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Martin Ngo

Ciudad natal
Westminster, California
Provincia
Jesuitas Provincia USA del Oeste

Biografía

Formación:
Licenciatura en Informática, Universidad de California, Irvine; maestría en Filosofía Aplicada, Universidad de Loyola Chicago; maestría en Narrativa Digital, Universidad de Loyola Chicago; maestría en Divinidad, Escuela de Teología y Ministerio del Boston College; licenciatura en Sagrada Teología, Escuela de Teología y Ministerio del Boston College

¿Cuéntenos una afición que ha cultivado como jesuita y por qué es significativa para usted?
Actuar. Hubo un momento en la formación en el que pensé que tenía que dejar la Compañía de Jesús porque creía que mi verdadera vocación era dedicarme a la vida de actor a tiempo completo. Después de tres alegres años como jesuita, me confesé con un director espiritual diciendo: «Jerry, creo que tengo que dejarlo. Dios me llama a dedicarme a las artes escénicas». Mi director me preguntó: «¿Por qué no hacerlo como jesuita?». «No creo que se me permita», respondí. Tratando de no parecer obvio, inquirió: «¿Has intentado preguntar?». A veces el espíritu maligno gana asustándonos para que no saquemos a la luz preocupaciones profundas. En esta situación no había nada que temer al preguntar. En este caso, me sorprendí con un «sí» de mi superior en Chicago: «Siempre que hagas los deberes».  «Sí, mamá», pensé, con un nuevo regocijo vocacional. Dios no desperdicia nada.

¿Cuéntenos un hecho interesante sobre usted que no todo el mundo conoce?
Los videojuegos son la razón por la que hoy soy jesuita. Ahora bien, no todos los juegos son iguales. Hay una gran variedad de géneros de videojuegos, y a mí me encantaban casi todos, pero el que ocupaba un lugar especial en mi corazón era el juego de rol (RPG). Para mí, el RPG clásico de todos los tiempos es Chrono Trigger para la Super NES de 16 bits. Como en cualquier juego de rol, diriges un avatar que se aventura en un enorme mundo de fantasía. Este modo de juego me fascinaba de niño. Y se trasladó de forma análoga a mi forma de ver el mundo. La llamada a la vida religiosa, para mí, capturaba de algún modo esta sensación de gran aventura, sólo que era real. La gente que conoces es real. Lo que está en juego es real. El juego, por así decirlo, no es un juego en absoluto. La llamada a la vida religiosa es una invitación fantástica a la comunidad y a la misión para compartir la Buena Nueva. Cada etapa presenta desafíos. Cada desafío invita a crecer. Y si se recuerda una sola lección, es que no se puede hacer solo, y mucho menos sin la guía del Espíritu.