Formación:
Licenciado en Literatura Inglesa y Estudios de Asia Oriental, Oberlin College; Master en Biblioteconomía y Ciencias de la Información, Universidad de Hawái, Manoa; Master en Filosofía, Universidad de Fordham.
¿Quién es su santo favorito y por qué?
Mi santo favorito es Blas de Sebaste, patrón de los afligidos por problemas de garganta. Es mi favorito por razones obvias, porque la enfermedad crónica que padezco afecta a mi esófago y a mi capacidad de comer alimentos sólidos. Pero también leí La leyenda dorada cuando era estudiante en el Oberlin College, y las historias de su vida eran maravillosas. Se dice que consiguió que un lobo devolviera un cerdo que había robado a una pobre mujer, sin comerlo ni dañarlo. También salvó a un niño que se estaba ahogando con una espina de pescado rezando por él. La fiesta de San Blas es también una de las pocas fiestas de la Iglesia romana en las que hay una bendición especial.
¿Cuéntenos una experiencia particularmente significativa que tuvo durante su formación, y por qué fue significativa para usted?
Cuando entré en el noviciado, la perspectiva de la ordenación parecía a la vez lejana y secundaria para mi creciente formación como jesuita. Explicar eso a la familia y a los amigos cuando volvía a Hawái era siempre un reto porque no coincide con su comprensión de lo que es la vida religiosa. Después de la ordenación como diácono, tuve la suerte de volver a la parroquia en la que crecí para proclamar el Evangelio y predicar delante de personas que me conocen desde hace décadas. Fue una experiencia llena de mucha emoción, gratitud, humildad y esperanza. Poder servir al pueblo de Dios a través del ministerio es todo eso y más. No es que no supiera que este día iba a llegar a nivel intelectual, pero otra cosa es entenderlo a nivel de ese conocimiento sentido que Ignacio nos describe en los Ejercicios. Creo que mi vocación de jesuita me ha permitido comprender mejor que todo es un regalo del Señor y que estos obsequios no son solo para nosotros, sino que están destinados a ser compartidos con los demás para la mayor gloria de Dios.