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Historias

Por MegAnne Liebsch

15 de junio de 2020 – Las mañanas en el Centro Papa Francisco comienzan justo después de las seis. El equipo de trabajadores hace fila para que les tomen la temperatura y luego, se ponen la ropa de trabajo la cual se lava allí mismo todos los días. Finalmente, se colocan guantes y máscaras y comienzan a prepararse para el desayuno de las siete. Cada día el Centro Papa Francisco (PFC, por sus siglas en inglés) sirve a más de doscientas personas sin hogar en el área de Detroit, proporciona comidas diarias, servicios de salud e higiene y hospitalidad.

Usualmente, el PFC depende de cientos de voluntarios para llevar a cabo sus comidas diarias y los servicios a la comunidad. Sin embargo, como muchos ministerios jesuitas, el PFC ha suspendido sus programas de voluntariado debido a problemas de seguridad. Para mantenerlo en funcionamiento, varios jesuitas se han mudado a Detroit para ayudar al personal del PFC a proporcionar servicios esenciales a un número creciente de visitantes en medio de la COVID-19.

Las formas en que esta comunidad normalmente se abastecía ha cambiado», dice Jake Braithwaite, SJ, quien vino como voluntario al PFC durante el pico de la pandemia. «El número de visitantes se ha disparado. La gente tiene mucha hambre».

Solo se le puede servir a un visitante a la vez debido a las medidas de distanciamiento social (Jim West/Foto CNS).

En 2018, la campaña de Michigan para acabar con la falta de hogar determinó que más de 65,000 personas en el estado carecían de hogar durante ese año, y más de un cuarto de esas personas vivían en Detroit. Antes de la pandemia, el PFC servía unas 275-325 comidas diarias. A principios de abril ese número pasó a más de 450 comidas diarias, alcanzando 570 comidas en un día, dice el gerente Harrison Plaskey.

«La gente que quizás antes estaba en el límite, como los conductores y meseros de Uber, son personas que ahora están en la fila y antes no lo estaban», dice el voluntario Hno. Matt Wooters, SJ. Si bien el proyecto de ley de estímulo económico ha nivelado esos números, el PFC todavía sirve más de 350 comidas diarias.

Cada día, el PFC ofrece desayuno y almuerzo. Para fomentar el distanciamiento social, la comida la sirve un solo voluntario a través de las puertas laterales del Centro. Luego, se les pide a los visitantes que coman sus comidas en las carpas blancas grandes colocadas al otro lado de la calle, donde hay sillas separadas por seis pies. Los visitantes también tienen acceso a duchas portátiles, y los viernes en la mañana un doctor local proporciona servicios de salud. El PFC también trabaja con un servicio de lavandería local para que los visitantes pueden lavar su ropa sin costo alguno.

El director ejecutivo P. Tim McCabe, SJ, le pone calcetines nuevos a un visitante (Centro Papa Francisco).

Un voluntario del PFC limpia las duchas portátiles de los visitantes (Centro Papa Francisco).
Según Josh Hinchie, SJ, la pandemia ha sobrecargado el trabajo del personal del PFC. Hinchie, quien estudia en la universidad de Loyola en Chicago, en un principio planeaba enseñar inglés y filosofía en Vietnam este verano, pero con el virus esos planes fracasaron. En su lugar, él respondió.

«Lo que realmente está sucediendo en el Centro Papa Francisco es que el equipo que opera el lugar ha estado haciendo el doble de trabajo», dice Braithwaite. Plaskey viene en sus días libres. El voluntario jesuita John Fitzgeral viene todos los día a preparar el café sin falta. El Hno. Denis Weber, SJ, se levanta a las tres de la mañana para asegurarse de que el desayuno esté listo. Weber solía depender de un «ejército» de voluntarios para preparar las comidas, pero ahora él y otro miembro del personal son responsables de preparar más de 350 comidas diarias.

Hno. Denis Weber, SJ (derecha), es responsable de cientos de comidas calientes diarias, además de los almuerzos en bolsas. (Centro Papa Francisco).

Aunque el personal de PFC trabaja incansablemente para continuar sus servicios y garantizar la salud de la comunidad, la realidad de la cuarentena impide que los visitantes del PFC accedan a otros servicios esenciales, como el cuidado de la salud mental. Las personas que no tienen hogar son más propensas a sufrir condiciones de salud crónicas. Un alarmante 78 por ciento de gente sin hogar lidia con enfermedades mentales.

«Mucha gente estaba progresando con su salud mental», dice Braithwaite. «La falta de apoyo social que tienen en estos momentos significa que todo ese trabajo se ha deteriorado. Hemos visto muchos problemas de salud mental, muchas recaídas, y eso es difícil».

Básicamente, la pandemia aísla a la gente que no tiene hogar. Muchos de los visitantes del PFC no pueden trabajar, recibir servicios de salud o incluso dormir. En el PFC, las comidas y la ropa son entregadas por un solo voluntario para minimizar el riesgo, lo que disminuye «el nivel de interacción personal que nos gustaría tener con nuestros visitantes», dice Hinchie.

Aún así, la comunidad del PFC tiene esperanza. «Incluso cuando me olvido de hacerlo, [los visitantes] la traen constantemente de vuelta a Cristo y a la manera en que Dios trabaja en sus vidas», dice Braithwaite. «Y muestran mucha resiliencia en un momento en el que han sido abandonados en las calles y se enfrentan a muchas cosas.

Jake Braithwaite, SJ, (a la derecha), le ofrece una máscara a un visitante (Centro Papa Francisco).

Para muchos, el trabajo continuo del PFC ha sido fuente de esperanza también. «Vemos esta grandiosa generosidad», les dijo el director ejecutivo P. Tim McCabe, SJ, a sus seguidores de Facebook. Su reciente campaña de recaudación de fondos ha recibido $635,000, lo que asegurará que las comidas, las estaciones de lavado de manos, las duchas y la hospitalidad sigan disponibles a la comunidad.

Además de las donaciones, Wooters dice que los pequeños actos de bondad de la comunidad son «muy, muy hermosos». Cada comida en el PFC se sirve con utensilios enrollados en servilletas – un pequeño detalle que lleva mucho tiempo en preparar cada día. Cuando Wooters envió un mensaje de texto a unos amigos sobre esta tarea tediosa, todos se pusieron en acción. «En dos días ya tenía mil tenedores enrollados», dice Wooters.

Voluntarios procesan cientos de donaciones cada día (Centro Papa Francisco).

«Este apoyo comunitario es un emotivo recordatorio de la conexión humana, la solidaridad que nos une, aún en el aislamiento. Si buscas formas de expresar esa solidaridad con comunidades vulnerables, dice Hinchie, «empieza con la oración y luego ponte en acción».

Para el Hno. Wooters, una oración inesperada le ha traído consuelo y esperanza. «‘Bendícenos, Señor, y estos dones que vamos a recibir…’ Rezo cada mañana antes de abrir la puerta del Centro Papa Francisco,» dice. «[Pido] la bendición de Dios, pero con el conocimiento de que las personas sin hogar que vienen a nosotros son un regalo de Dios que estamos a punto de recibir».

Para donar a los ministerios sociales jesuitas en medio de la COVID-19 vaya a www.jesuits.org/donate2020.

 

 

MegAnne Liebsch es asociada en comunicaciones de la Oficina de Justicia y Ecología de la Conferencia Jesuita.

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