1 de abril de 2020. — En 1767, debido a un pánico global sobre el que tenían poco control, un grupo de jesuitas españoles se vio obligado a abandonar su lugar de trabajo. Acosados en las fronteras internacionales, en última instancia, se vieron obligados a un prolongado período de aislamiento e incertidumbre. Refugiados en 13 barcos, unos 5.000 jesuitas fueron empujados de un puerto italiano a otro, hasta que, finalmente, más de un año después, y con mucha política de por medio entre el monarca español y el papa Clemente XIII, encontraron un respiro dentro de los Estados Pontificios. Los jesuitas ancianos y enfermos fueron particularmente vulnerables durante este largo viaje en medio de malas condiciones.
Hay que decir que existen muchos paralelismos que pueden y deben establecerse entre los primeros días de la represión de la Compañía de Jesús [en inglés], cuando los jesuitas dejaron de existir como una orden religiosa por decreto papal, y la actual pandemia global. Pero nuestra iglesia es una que se basa en la vida y la fe de aquellos que han venido antes. ¿Qué podemos aprender en este momento de los jesuitas y sus colaboradores del pasado?
San José Pignatelli, SJ [en inglés], un hombre de sangre noble, no tenía ni cinco años como sacerdote cuando el rey Carlos III expulsó a los jesuitas del suelo español. Un sacerdote humilde, preocupado por las tareas del ministerio pastoral y la educación, de repente se vio obligado a tomar una decisión difícil.
¿Se uniría a sus hermanos jesuitas en el exilio, abandonando efectivamente todo lo que había conocido y construido? ¿O se apoyaría en su cuna noble para quedarse en España, dejando atrás a la Compañía?
José escogió a los jesuitas. Dos superiores jesuitas ya ancianos, previendo las dificultades que se avecinaban, transfirieron su autoridad al joven José. El eventual santo no solo permaneció con sus hermanos jesuitas, sino que se convirtió en el superior de casi 600 de ellos.
Una mezcla tóxica de maquinaciones políticas de monarcas absolutistas y eclesiásticos por igual, sumada a noticias falsas del siglo XVIII (los jesuitas no intentaron asesinar a Luis XV de Francia, ni a José I de Portugal) obligaron a papa Clemente XIV a emitir el Dominus ac Redemptor en 1773, que suprimió, o eliminó, a la Compañía de Jesús en todo el mundo.
José Pignatelli y sus compañeros jesuitas eran ahora ex sacerdotes de Jesús. Pero no para siempre.
Las semillas que regenerarían la Compañía de Jesús echaron sus raíces en Rusia ya que Catalina la Grande ignoró el informe papal. Ahí los jesuitas nunca dejaron de existir. José, ahora en Bolonia, pasó más de dos décadas de correspondencia con la diáspora jesuita y los jesuitas en Rusia. Los frutos de su comunicación persistente le llevaron a pronunciar nuevos votos como jesuita en Parma en 1797 a la edad de 60 años. Se convirtió en maestro de novicios del único noviciado jesuita en Europa Occidental en 1799 y, más tarde, en Provincial de Italia, aunque la Compañía seguía estando formalmente suprimida en gran parte del país.
Bajo el nuevo papa Pío VII, y con el monarca de Europa preocupado por las guerras napoleónicas, la Compañía de Jesús se restableció formalmente en 1813. Sin embargo, José Pignatelli no viviría para ver el día que tanto anhelaba. Murió en 1811.
No obstante, San José Pignatelli, SJ [en inglés], es conocido como el segundo fundador de la Compañía de Jesús por el papel que desempeñó como pastor de los jesuitas durante los 40 años de represión.
Para reflexionar:
- José Pignatelli se enfrentó a una elección. Eligió que, por el bien común, la Compañía de Jesús se aislara. Su elección, en muchos sentidos, refleja este momento de nuestros tiempos. ¿Cómo las elecciones que hacemos hoy promueven el bien común?
- La comunicación persistente permitió a los jesuitas sobrevivir, a pesar del exilio, las grandes distancias y la incertidumbre general. ¿Qué herramienta de comunicación podemos usar hoy para apoyar a nuestras comunidades, incluso si no podemos reunirnos en persona?
Eric Clayton es alto directivo de comunicaciones en la Conferencia Jesuita. Es profesor adjunto de Comunicación de Masas en la Universidad de Towson, y ha trabajado con numerosas organizaciones basadas en la fe como Catholic Relief Services, Maryknoll Lay Missioners y Sisters of Bon Secours.