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Historias

Por Abby Deatherage

20 de enero de 2016 – No hay nada peor que pasar una noche en el hospital justo antes de Navidad – a no ser que, por supuesto, esa noche en el hospital sea la manera de entregar el mejor regalo de Navidad.

El 21 de diciembre, Edin Barrera, SJ de 34 años, fue admitido al hospital Northwestern Memorial de Chicago. Barrera, quien estudia en la universidad Loyola de Chicago para ser sacerdote jesuita, sufría de insuficiencia renal desde hace años y su condición había empeorado. Necesitaba una bendición del Ave María, y aunque pensaba que la persona más lógica para donarle un nuevo riñón sería su propio hermano, fue, en cambio, un hermano jesuita quien le hizo el regalo más preciado que jamás haya recibido.

El mismo día en que Barrera fue admitido a Northwestern, Ryen Dwyer, SJ, de 34 años, también se puso la bata de hospital y le dieron un brazalete de regalo. Dwyer, también alumno en Loyola Chicago, es un compañero jesuita y, por lo tanto, considerado un hermano, no solo para Barrera sino también para miles de hombres en el mundo que forman parte de la orden religiosa más grande de la iglesia católica. Como cualquier hermano bondadoso, Dwyer constestó a su llamado de Dios.

La búsqueda de un nuevo riñón es un proceso delicado. Barrera recuerda riéndose, «no soy el tipo de persona que sale a pedir algo así». Como el riñón de su hermano menor no era compatible con el suyo, el Padre Jim Prehn, SJ, rector de la Comunidad Jesuita de la Casa de Ignacio en Loyola, Chicago, anunció a la comunidad que había un jesuita que necesitaba un riñón. «Si alguien quiere presentarse», dijo Prehn, «avísenme y hablaremos al respecto».

Entre todos los hermanos, Dwyer «sintió el deseo de responder en seguida». El mismo Dwyer había llegado a la comunidad solo el mes anterior, pero claramente sentía que Dios lo guiaba para donar su riñón. Durante el proceso, dice Dwyer, él rezó para «continuar escuchando la voz de Dios».

Dios está presente en estos dos jesuitas, en las buenas y en las malas. Cuando Barrera fue diagnosticado de insuficiencia renal en el 2003, sintió que Dios estaba cerca. «Cuando me diagnosticaron, claro que fue difícil escucharlo. Era muy joven y quería vivir», dice Barrera, quien amaba correr y estar físicamente activo. «Sin embargo, Dios estaba allí».


Dios está presente en la vida de ambos jesuitas.

Dios también lo acompañó cuando Barrera, quien nació en Guatemala pero se crió en Los Angeles, trabajaba como el capellán de un hospital antes de unirse a los jesuitas en el 2011. Ayudar a los que estaban enfermos y luchando contra enfermedades, y cuidar de los pacientes reafirmó su llamada al sacerdocio.

Lejos en Los Ángeles, Dwyer es del Medio Oeste de Estados Unidos. Nació en el oeste de Michigan y vivió en Evanston, Illinois, por muchos años antes de entrar a la Compañía. Le atraían los jesuitas y su espiritualidad única debido al deseo de los jesuitas de buscar la voz de Dios en todo momento, en cada decisión.


Dwyer profesa sus primeros votos en la Compañía de Jesús en el 2015.

A lo largo del proceso – desde el momento en que se ofreció como voluntario para ser donante hasta las muchas pruebas que siguieron – Dwyer dice que él siempre sintió una paz inusual. «Realmente me siento en un nivel profundo que no salió desde mi». La paz que Dwyer sintió continuó, aún hasta el día de la cirugía. «Se sentía como lo más natural del mundo», decía.

Las dos cirugías se completaron en cuatro horas. El P. Prehn, quien fue uno de los primeros en visitar el hospital, recuerda que le dijo a Dwyer «salvaste la vida de Edin». La respuesta simple de Dwyer fue «Dios es bueno».

A pesar de que a veces puede llevar días antes de que un riñón funcione correctamente, el nuevo riñón de Barrera comenzó a funcionar inmediatamente. Dwyer fue dado de alta el próximo día y Barrera al día siguiente. Se sentía «más fuerte y sano».

Ambos jesuitas salieron del hospital y volvieron a sus hogares a tiempo para Navidad. «Es un regalo. Ryen me dio una parte suya», dice Barrera. Sin embargo, lo que Dwyer probablemente no anticipaba era que el riñón tomaría una nueva identidad una vez fuera de su cuerpo.


Barrera (izquierda), con el académico jesuita Marcos Gonzales, la noche anterior a la cirugía de Barrera. Barrera regresó a su hogar a tiempo para Navidad.

Para divertirse, algunos académicos de la comunidad decidieron darle el nombre de Janette al nuevo riñón de Barrera. ¿Por qué Janette? No hay razón alguna. Sin embargo, a Barrera siempre le había encantado el nombre Camila, así que, para llegar a un acuerdo, apodaron al nuevo riñón Camila Janette.

Toda esta experiencia le dio un significado profundo a la Navidad. «Toda esta cosa tenía que ver con el cuerpo, la carne y en Navidad, tenemos a Cristo, Dios nace en la carne. He podido sentir esta experiencia en un nivel más profundo, especialmente con la Eucaristía, reflexionando sobre Dios que se hizo carne por nosotros y finalmente, se entregó por nosotros», dice Dwyer.


Dwyer (a la izquierda) con sus otros hermanos jesuitas después de los primeros votos.

Ambos se convirtieron en activistas de donación de órganos. «Quiero que la gente conozca la importancia de la donación de órganos», dice Barrera. «Ryen me dio más vida. Si no fuese por él, estaría con diálisis. Esa no es la vida que quiero».

«No quiero decir lo fácil que es porque entiendo que no es así», agregó Dwyer. «Pero no hay razón para que alguien muera de una enfermedad que se puede tratar con la donación de órganos cuando la gente está dispuesta».

Con la cirugía en el pasado, Dwyer, Barrera y Camila Janette han regresado a sus estudios en Loyala Chicago, y han demostrado que dos jesuitas académicos, un riñón donado y el Espíritu Santo hacen una gran historia de Navidad.


Luego de la cirugía, Barrera y Dwyer se enfocan en el futuro de su formación jesuita.

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