Advertencia: se mencionan sucesos de la película
22 de diciembre de 2016 – Treinta años después de que Robert De Niro y Jeremy Irons hicieran el papel de jesuitas en la película ganadora del Oscar «La Misión», la Compañía de Jesús se destaca en una nueva película que se estrena en los cines el 23 de diciembre. Luego de décadas de preparación, «Silencio» de Martin Scorsese cuenta la historia de los jesuitas misioneros portugueses del siglo XVII en Japón. Si bien la película está basada en una novela de ficción del autor japonés Shusaku Endo, muchos de los eventos relatados en «Silencio» son reales.
La película presenta sin rodeos la naturaleza brutal de este capítulo de la historia jesuita. Si bien los misioneros fueron recibidos en Japón, se los expulsó oficialmente del país en la década de 1620. Sin embargo, un grupo de sacerdotes permaneció en clandestinidad para servir a la comunidad cristiana. Entre ellos estaba el Padre Cristóvão Ferreira, el superior principal portugués de la misión jesuita.
«La historia de Ferreria es una de las historias más dramáticas del cristianismo y de la historia misionera de todos los tiempos», dice el Padre M. Antoni J. Ucerler, SJ, profesor de la universidad de San Francisco y experto en historia del cristianismo japonés. «Fue un gran misionero, el mejor de todos los misioneros jesuitas y el primero en renunciar a su fe bajo tortura».
El P. Ucerler tiene una perspectiva única de «Silencio». Su consejero espiritual de muchos años fue el padre jesuita William Johnson, quien tradujo el libro de Endo del japonés al inglés.
El P. Johnston, un jesuita irlandés que trabajaba en Japón, era amigo cercano de Endo y «estuvo con Endo en el lecho de su muerte», dice el P. Ucerler. «Silencio» nos hace algunas de las preguntas más difíciles sobre la vida, la muerte y la fe. ¿Qué significa ser fiel? ¿Qué significa tener una creencia? ¿Qué significa vivir y morir por esa creencia? ¿Y qué sucede cuando no se tiene éxito? ¿Jesús logró algo al morir en la cruz? Ese es el misterio que Endo trataba de comprender».
Los jesuitas fueron responsables de sembrar la semilla del cristianismo en Japón a través de los esfuerzos misioneros de San Francisco Javier, SJ, uno de los miembros fundadores de la Compañía de Jesús. Javier y los jesuitas llegaron allí en 1549 y establecieron varias comunidades jesuitas. Un flujo constante de jesuitas, principalmente portugueses, siguieron llegando al país durante la década de 1570.
Liam Neeson interpreta al jesuita Cristóvão Ferreira en “Silencio.”
Esta fue la edad de oro de la evangelización jesuita en Japón. De acuerdo al P. Ucerler, se estima que 300.000 a 500.000 japoneses fueron bautizados como cristianos.
«Quizás muchos de estos cristianos no eran realmente creyentes. Algunos abandonaron la fe cuando se les ordenó hacerlo, pero muchos otros se aferraron a ella», explica.
«Eso se entiende, porque en esa época, como en Europa, si un señor feudal te pedía que hicieras algo, tú lo hacías».
La misión, que incluía una universidad jesuita, varias escuelas y un noviciado, creció hasta el martirio de San Paul Miki, SJ, y sus compañeros en 1597 (los veintiséis mártires de Japón) llevado a cabo por el señor feudal Toyotomi Hideyoshi. En 1600, el oficial japonés (dictador militar) Tokugawa leyasu unificó a Japón, pero en 1614, expulsó a todos los misioneros del país y emitió un decreto que prohibía la práctica del cristianismo.
A los que eran sospechosos de ser cristianos los obligaban a que pisaran una figura de la Virgen María o la de Cristo, llamada fumie, para así probar que no eran creyentes. A los que se resistían los torturaban o ejecutaban. Las fumie eran de cobre, talladas en bloques de piedra o madera, o pintadas. Las fumie que existen hoy en día están alisadas y gastadas por los miles de pisoteos.
Varios ejemplos de una fumie
Los líderes del gobierno japonés idearon muchas maneras dolorosas de matar a los cristianos, como el quemado lento en la hoguera y «el pozo», un método de tortura que aparece en la novela de Endo. Las víctimas eran atadas y colgadas de los pies en un pozo profundo, con la cabeza metida en excremento. Se les hacía un pequeño corte cerca de la sien o en la frente para que la sangre goteara, y no se acumulara en la cabeza, evitando así que la persona quedara inconsciente demasiado rápido. De esta manera, se prolongaba la tortura y podía llevar días antes de que la víctima muriera. Los captores finalizaban la tortura si la víctima abjuraba, o renunciaba a su fe, levantando uno de los brazos que no estaba atado. Sin embargo, los oficiales pensaban que perseguir a los conversos no era suficiente.
«Se dieron cuenta de que los cristianos se envalentonaban al ver ejemplos de gente que moría por su fe», dice el P. Ucerler. «Los oficiales decidieron que tenían que buscar una mejor estrategia. «¿Qué es lo que realmente podría poner fin a la comunidad cristiana?» pensaban. «Pues, si pudiéramos hacer que los jesuitas también renunciaran a su fe, eso realmente podría desmoralizar a los cristianos». Esa fue su estrategia. Yo la llamo diabólica».
Los jesuitas sobrevivieron escondiéndose durante los primeros veinte años, pero al final los descubrieron. La recompensa por encontrar a un sacerdote cristiano era de quinientas piezas de plata y por encontrar a un hermano cristiano o colaborador laico era de trescientas piezas de plata.
Liam Neeson en la película «Silencio» de Martin Scorsese.
Estas eran las circunstancias hostiles y aterradoras en las que se establece la narración de «Silencio». La novela comienza con la desaparición histórica de Ferreira, quien había llegado a Japón en 1609. Luego de la tortura y apostasía de Ferreira, se enviaron dos delegaciones jesuitas a Japón para que pudieran ser arrestados y así poder encontrar a Ferreira, quien se había vuelto un inquisidor. Ferreira interrogaba a los cristianos e insistía en que dejaran su fe, incluso escribió un tratado anticristiano.
Martin Scorsese, a la izquierda, dirigiendo a Andrew Garfield en «Silencio».
Las delegaciones iban a ser ejecutadas como mártires para expiar la apostasía de Ferreira. Sin embargo, muchos de estos jesuitas, con algunas notables excepciones, renunciaron a su fe, quebrantados por la tortura. Algunas historias dicen que Ferreira renunció a su apostasía al final de su vida, y murió como mártir, pero no existe evidencia que confirme o niegue su verdadero final.
«Endo es considerado el Graham Greene de Japón», dice el P. Ucerler, refiriéndose a otro autor católico importante. «Le gustaba escudriñar asuntos morales difíciles. En el libro, esos dos jesuitas iban a redimir a Ferreira e iban a ser mártires gloriosos, pero los eventos se desarrollan de manera diferente. Garrpe sí muere, pero Rodrigues pasa por una crisis y luego, escucha la voz divina de Dios que rompe el silencio: «Está bien si pisas la fumie». Ese es Endo tratando de mostrar lo que significa la misericordia de Dios».
Ahora Scorsese es el que examina la misericordia de Dios. Con su apasionado proyecto hecho realidad, el cineasta presentó su película a 300 jesuitas en el Vaticano y conoció al Papa Francisco, quien una vez soñó en convertirse misionero en Japón.
Padre James Martin, SJ, editor general de la revista jesuita America, fue el consejero espiritual del elenco. «»Silencio» es como vivir dentro de una plegaria», dice el P. Martin. «Espero que todos los católicos vean esta película».
En la actualidad, rodeados de persecución, violencia y conflictos impulsados por la religión en todo el mundo, puede ser nuestro mejor intento de entender el silencio.
Lea una reflexión del padre jesuita M. Antonini Ucerler sobre «Silencio» en The Huffington Post..
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